Seguro que nada más leer el título se os ha venido algún conocido a la cabeza, ese alguien que pensáis que morirá más posiblemente de ego que de viejo. Porque esa gente existe, y muchas veces somos nosotros mismos.

Aparte de que a mí también se me vienen algunas personas a la cabeza cuando escribo esto, la verdad es que le dedico un artículo ex profeso porque tiene mucho que ver con el sector en el que trabajo. No sabéis la cantidad de veces que nos engañamos a nosotros mismos – antes pensaba que me mentían a mí, pero me he dado cuenta que el que miente solo se lo hace a sí mismo. Por algo muy sencillo, y es que al igual que esa persona que tantas veces te ha engañado, y ya sabes hasta qué gestos revelan que vuelve a hacerlo, cuento con la ventaja de conocer muy bien donde trabajo. 

Es increíble la cantidad de veces que gente que me habla sobre sus inversiones me dice lo bien que le va, aunque haya sido yo quien les haya hablado del broker en el que ahora operan y les haya ayudado a encontrar una entidad fiable. Aunque alguno de ellos piensa que puedo ver cómo van sus cuentas, porque algunas veces te ven como al broker, ¡se mienten! Te dicen que van ganando cuando en realidad no es así

Al final lo acabas sabiendo casi sin querer, ellos mismos lo reconocen ya pasado el tiempo, pero eso sí, siempre con una excusa de por medio: “He tenido una mala operación, el otro día por culpa de cómo se había puesto el mercado…” o, “No sé qué pasó el otro día, me despisté y perdí 100.000€ en una operación” o, los que más me gustan: “No me di ni cuenta y el otro día se me cerró una operación y ahora la cuenta la tengo que volver a capitalizar”. “Volver a capitalizar”, para los que no son de la escuela “Eufemismo SL”: he perdido el dinero. ¿Por qué cuesta tanto decirlo así?

Al final, esto lo vemos muy a menudo en nuestro día a día: nos da miedo llamar a las cosas por su nombre, pero, ¿por qué? Aquí podríamos tirarnos un buen rato dando con diferentes opiniones, pero seguiré el punto de vista de la Economía Conductual que prima en esta web. Veamos tres motivos asociados a los sesgos que sufrimos los individuos:

  • Efecto de prueba social: buscamos ser aceptados continuamente, que los demás nos vean bien es algo que requiere, muchas veces, de no tomar la decisión o actuar en función de cómo nosotros querríamos, sino a favor de lo que creemos que va la mayoría. Ej.: ¿Qué está de moda invertir en Bitcoin? Me subo al carro. ¿Qué todo el mundo habla de que meter dinero en criptomonedas es igual que tirarlo? Me sumo a la algarabía, pero no le cuento a nadie la última compra que he hecho de Ethereum.
  • Aversión a la pérdida: siempre nos duele más perder algo que ganarlo, y no hablo del amor, que si de Bolsa sé poco, ahí soy nula total. Uno de los mejores ejemplos es el de las tazas de desayuno en un colegio que ya hablé en este post.
  • Efecto Halo: tendemos a generalizar las pérdidas en Bolsa como algo malo, pero ¿realmente esto es así? ¿Por qué cuando hablamos de las arrugas de alguien decimos que “demuestran que ha vivido” y se ven como algo positivo pero esto no? Perder en Bolsa es muy necesario, si no solo puede significar algo: tú no inviertes, tú juegas en demo. O algo peor: le mientes hasta a tu abuela.

ego scaled

Seguro que se te ocurren más motivos, los cuales me encantará leerlos si los dejas en redes sociales o a través del correo de la pestaña de Contacto.

En cualquier caso, lo que sí te pido es que no mueras por ego, que no merece la pena, pero sí la produce. Siempre diré que la vergüenza se quiere para lo importante de verdad, en este caso, para no hacer caso a gurús de turno o tirar el dinero en algo que tu cuñada te contó la otra noche jugando al Risk.

Termino con una frase que siempre me ha dicho mi abuela Flor:

“El orgullo hay que dejárselo a los que no tienen nada mejor que ofrecer”

Seguro que nada más leer el título se os ha venido algún conocido a la cabeza, ese alguien que pensáis que morirá más posiblemente de ego que de viejo. Porque esa gente existe, y muchas veces somos nosotros mismos.

Aparte de que a mí también se me vienen algunas personas a la cabeza cuando escribo esto, la verdad es que le dedico un artículo ex profeso porque tiene mucho que ver con el sector en el que trabajo. No sabéis la cantidad de veces que nos engañamos a nosotros mismos – antes pensaba que me mentían a mí, pero me he dado cuenta que el que miente solo se lo hace a sí mismo. Por algo muy sencillo, y es que al igual que esa persona que tantas veces te ha engañado, y ya sabes hasta qué gestos revelan que vuelve a hacerlo, cuento con la ventaja de conocer muy bien donde trabajo. 

Es increíble la cantidad de veces que gente que me habla sobre sus inversiones me dice lo bien que le va, aunque haya sido yo quien les haya hablado del broker en el que ahora operan y les haya ayudado a encontrar una entidad fiable. Aunque alguno de ellos piensa que puedo ver cómo van sus cuentas, porque algunas veces te ven como al broker, ¡se mienten! Te dicen que van ganando cuando en realidad no es así

Al final lo acabas sabiendo casi sin querer, ellos mismos lo reconocen ya pasado el tiempo, pero eso sí, siempre con una excusa de por medio: “He tenido una mala operación, el otro día por culpa de cómo se había puesto el mercado…” o, “No sé qué pasó el otro día, me despisté y perdí 100.000€ en una operación” o, los que más me gustan: “No me di ni cuenta y el otro día se me cerró una operación y ahora la cuenta la tengo que volver a capitalizar”. “Volver a capitalizar”, para los que no son de la escuela “Eufemismo SL”: he perdido el dinero. ¿Por qué cuesta tanto decirlo así?

Al final, esto lo vemos muy a menudo en nuestro día a día: nos da miedo llamar a las cosas por su nombre, pero, ¿por qué? Aquí podríamos tirarnos un buen rato dando con diferentes opiniones, pero seguiré el punto de vista de la Economía Conductual que prima en esta web. Veamos tres motivos asociados a los sesgos que sufrimos los individuos:

  • Efecto de prueba social: buscamos ser aceptados continuamente, que los demás nos vean bien es algo que requiere, muchas veces, de no tomar la decisión o actuar en función de cómo nosotros querríamos, sino a favor de lo que creemos que va la mayoría. Ej.: ¿Qué está de moda invertir en Bitcoin? Me subo al carro. ¿Qué todo el mundo habla de que meter dinero en criptomonedas es igual que tirarlo? Me sumo a la algarabía, pero no le cuento a nadie la última compra que he hecho de Ethereum.
  • Aversión a la pérdida: siempre nos duele más perder algo que ganarlo, y no hablo del amor, que si de Bolsa sé poco, ahí soy nula total. Uno de los mejores ejemplos es el de las tazas de desayuno en un colegio que ya hablé en este post.
  • Efecto Halo: tendemos a generalizar las pérdidas en Bolsa como algo malo, pero ¿realmente esto es así? ¿Por qué cuando hablamos de las arrugas de alguien decimos que “demuestran que ha vivido” y se ven como algo positivo pero esto no? Perder en Bolsa es muy necesario, si no solo puede significar algo: tú no inviertes, tú juegas en demo. O algo peor: le mientes hasta a tu abuela.

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Seguro que se te ocurren más motivos, los cuales me encantará leerlos si los dejas en redes sociales o a través del correo de la pestaña de Contacto.

En cualquier caso, lo que sí te pido es que no mueras por ego, que no merece la pena, pero sí la produce. Siempre diré que la vergüenza se quiere para lo importante de verdad, en este caso, para no hacer caso a gurús de turno o tirar el dinero en algo que tu cuñada te contó la otra noche jugando al Risk.

Termino con una frase que siempre me ha dicho mi abuela Flor:

“El orgullo hay que dejárselo a los que no tienen nada mejor que ofrecer”

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