Ser tacaño por gusto, no por necesidad

Hace unos días, hablando por teléfono para quedar con mi amiga Claudia y vernos el sábado, que llevábamos tiempo sin poder quedar, no imaginaba que podría escribir un nuevo artículo gracias a lo que estuvimos hablando. Claudia, amiga íntima y que está de acuerdo con lo que aquí os voy a contar porque se lo enseñé para que me dijese si le molestaba que pudiese publicarlo, me dijo: “si quieres vamos al partido por la tarde y por la noche vamos a cenar, aunque eso sí, a un sitio barato, no de los tuyos, que ya me he gastado toda la pasta este mes”. 

Tio Gilito
Imagen obtenida de masnoticias.mx

“¿De los míos?” – pensé yo. Los míos son los que conozco en la zona de mi oficina, los que veo por Instagram y me llaman la atención o los que me recomiendan (desde un Vips a un Kabuki). El caso es que fuimos a cenar a donde ella dijo y cenamos bien, aunque algo lejos de la zona en la que estábamos y toda la cena estuvo acordándose de un restaurante al que llevaba tiempo queriendo ir y «por culpa» del imprevisto de ese mes había tenido que cancelar la reserva

La clave de aquí no es contarte qué sitios me gustan más o menos para cenar, sino la conversación que tuve con Claudia esa noche. Me dijo que había tenido un imprevisto de última hora, 600€ de reparación de no sé qué le pasaba a su coche, y claro, eso le había trastocado todos sus planes del mes. ¡Del mes! «¡Eso no puede ser!» – le exclamé yo. «¿Cómo puede un gasto puntual así condicionarte el resto del mes?». 

Pongámonos en situación: Claudia está soltera, vive en un piso que le compraron sus padres y lo comparte con un amigo, tiene un sueldo que ronda los 1.500€ y no tiene ningún vicio extraordinario. Eso sí, salir de fiesta le encanta y no hace falta que le insistas mucho para salir a tomar unas copas. Ah, y no ahorra, eso me confesó este sábado. Y claro, el «descalabro» de ese mes le traspasó (como no podía ser de otra manera). 

Lo que iba a ser una noche en la que tenía pensado desconectar por completo, no pudo ser y tuve que pedirle un boli al camarero para hacer lo que más me gusta: planificar y garabatear varias servilletas. ¿No dicen que en los bares se puede solucionar el mundo? Bueno, el mundo no lo sé, porque somos sorprendentemente buenos creando nuevas catástrofes, pero la economía y planificación financiera de mi amiga espero que sí. 

No le hice ninguna fórmula mágica ni hechizo, solo le expliqué la magia de saber organizarse y de las posibilidades de ahorrar de forma eficiente para que pueda afrontar esos imprevistos sin que le suponga quedarse sin ir a sus restaurantes favoritos. No tenía ni idea de nada, le hablé de todas las opciones que podía encontrar si empezaba a ahorrar con algo de cabeza: desde planes de ahorro, carteras de gestión pasiva con riesgo asociado a su perfil,… No sé cuánto me escuchó, porque de repente me soltó: “¿Y eso que tú haces en Bolsa?”.

Le dije que se lo tomase como una dieta alimentaria, una vez que haya aprendido a hacer lo que le había dicho, podríamos hablar de Bolsa o de barajar otros productos de inversión. Esto pasa mucho: querer empezar la casa por el tejado cuando ni siquiera tenemos un cimiento base: un colchón. Porque después de preguntarme esto dos veces durante la explicación servilletera le dije: “¿Estarías dispuesta a poder perder esa cantidad?”, “¿Qué? ¡No, no, no! ¿Tú qué quieres, Elvira, que me vuelva a vivir con mis padres?”. Ahí entendió que hay muchas posibilidades, pero depende de cada individuo que le venga mejor una u otra. Y sí, le dije que es de las que quiere aprender a dibujar leyendo, y no, se aprende dibujando y borrando mucho.

En resumen, la clave que quiero que extraigas no es la necesidad de ir a los mejores restaurantes o no, sino tener la capacidad de poder ir al que quieras cuando quieras sin tener que preocuparte de que si viene un imprevisto te condicionará el resto de cosas que quieras hacer. Con esto no digo que haya que ser más papista que el Papa, ni que no puedan suceder imprevistos que nos supongan un gran revés, pero lo que sí podemos es estar preparados para ellos.

Si te mola ser como el Tío Gilito que sea por gusto, nunca por necesidad.

Hace unos días, hablando por teléfono para quedar con mi amiga Claudia y vernos el sábado, que llevábamos tiempo sin poder quedar, no imaginaba que podría escribir un nuevo artículo gracias a lo que estuvimos hablando. Claudia, amiga íntima y que está de acuerdo con lo que aquí os voy a contar porque se lo enseñé para que me dijese si le molestaba que pudiese publicarlo, me dijo: “si quieres vamos al partido por la tarde y por la noche vamos a cenar, aunque eso sí, a un sitio barato, no de los tuyos, que ya me he gastado toda la pasta este mes”. 

Tio Gilito
Imagen obtenida de masnoticias.mx

“¿De los míos?” – pensé yo. Los míos son los que conozco en la zona de mi oficina, los que veo por Instagram y me llaman la atención o los que me recomiendan (desde un Vips a un Kabuki). El caso es que fuimos a cenar a donde ella dijo y cenamos bien, aunque algo lejos de la zona en la que estábamos y toda la cena estuvo acordándose de un restaurante al que llevaba tiempo queriendo ir y «por culpa» del imprevisto de ese mes había tenido que cancelar la reserva

La clave de aquí no es contarte qué sitios me gustan más o menos para cenar, sino la conversación que tuve con Claudia esa noche. Me dijo que había tenido un imprevisto de última hora, 600€ de reparación de no sé qué le pasaba a su coche, y claro, eso le había trastocado todos sus planes del mes. ¡Del mes! «¡Eso no puede ser!» – le exclamé yo. «¿Cómo puede un gasto puntual así condicionarte el resto del mes?». 

Pongámonos en situación: Claudia está soltera, vive en un piso que le compraron sus padres y lo comparte con un amigo, tiene un sueldo que ronda los 1.500€ y no tiene ningún vicio extraordinario. Eso sí, salir de fiesta le encanta y no hace falta que le insistas mucho para salir a tomar unas copas. Ah, y no ahorra, eso me confesó este sábado. Y claro, el «descalabro» de ese mes le traspasó (como no podía ser de otra manera). 

Lo que iba a ser una noche en la que tenía pensado desconectar por completo, no pudo ser y tuve que pedirle un boli al camarero para hacer lo que más me gusta: planificar y garabatear varias servilletas. ¿No dicen que en los bares se puede solucionar el mundo? Bueno, el mundo no lo sé, porque somos sorprendentemente buenos creando nuevas catástrofes, pero la economía y planificación financiera de mi amiga espero que sí. 

No le hice ninguna fórmula mágica ni hechizo, solo le expliqué la magia de saber organizarse y de las posibilidades de ahorrar de forma eficiente para que pueda afrontar esos imprevistos sin que le suponga quedarse sin ir a sus restaurantes favoritos. No tenía ni idea de nada, le hablé de todas las opciones que podía encontrar si empezaba a ahorrar con algo de cabeza: desde planes de ahorro, carteras de gestión pasiva con riesgo asociado a su perfil,… No sé cuánto me escuchó, porque de repente me soltó: “¿Y eso que tú haces en Bolsa?”.

Le dije que se lo tomase como una dieta alimentaria, una vez que haya aprendido a hacer lo que le había dicho, podríamos hablar de Bolsa o de barajar otros productos de inversión. Esto pasa mucho: querer empezar la casa por el tejado cuando ni siquiera tenemos un cimiento base: un colchón. Porque después de preguntarme esto dos veces durante la explicación servilletera le dije: “¿Estarías dispuesta a poder perder esa cantidad?”, “¿Qué? ¡No, no, no! ¿Tú qué quieres, Elvira, que me vuelva a vivir con mis padres?”. Ahí entendió que hay muchas posibilidades, pero depende de cada individuo que le venga mejor una u otra. Y sí, le dije que es de las que quiere aprender a dibujar leyendo, y no, se aprende dibujando y borrando mucho.

En resumen, la clave que quiero que extraigas no es la necesidad de ir a los mejores restaurantes o no, sino tener la capacidad de poder ir al que quieras cuando quieras sin tener que preocuparte de que si viene un imprevisto te condicionará el resto de cosas que quieras hacer. Con esto no digo que haya que ser más papista que el Papa, ni que no puedan suceder imprevistos que nos supongan un gran revés, pero lo que sí podemos es estar preparados para ellos.

Si te mola ser como el Tío Gilito que sea por gusto, nunca por necesidad.

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