Mi pueblo es genial, si tienes pueblo y te has ido a vivir fuera seguro que me entiendes, pero las fiestas allí molan el doble que en cualquier otro sitio: hoy quiero hablarte de San Isidro. San Isidro no solo se celebra en Madrid, en mi pueblo es una de las fiestas que más mola, este año ha durado desde viernes a lunes, y porque no había más días de fiesta, que si no… Yo llevaba más de seis años sin ir, no porque no quisiera, sino porque siempre coincidía con exámenes en la Universidad, con algún viaje en el trabajo, o porque caía entre semana y me era complicado conciliar con el trabajo. 

Este año sí que fui y qué bien me lo pasé, qué de recuerdos y con qué de gente me encontré que llevaba años sin ver. Para que os hagáis una idea de cómo es San Isidro en mi pueblo, os hago una breve explicación: gente de todas las edades monta las famosas «chozas» en el pinar, es decir, lonas atadas entre los pinos para formar el cuadrado en el que metes un remolque, algún que otro sofá, colchones incluso, con bebida y comida a tutiplén, y todo con la ropa más vieja que tengas, nada de boinas, claveles y chalecos como en Madrid. Mola, mola mucho.

Lo celebramos con tantas ganas porque en mi pueblo la mayor parte de las familias se dedican por completo al campo, por lo que San Isidro Labrador es su patrón. Otra de las cosas que no pueden faltar allí es el calimocho (admite variantes, pero suele darse la que más con esa mezcla de vino tinto con refresco y algún que otro puñado de azúcar) y justo con él empezó la historia que quiero contarte.

Con el vaso en la mano, las gafas de sol puestas y las zapatillas llenas de tierra, iba dando una vuelta con mis amigos para localizar las chozas donde estaban ubicados el resto de conocidos. Al llegar a una de ellas, se me acercó Emilio y me suelta: “Elvira, ¿dónde hay que invertir? Dímelo que tú lo sabes”. Mi cara te puedes imaginar la que fue, me reí y le dije: “Qué mala suerte, tío, justo me he dejado la bola de cristal en el taller”. Mi otro amigo, que está acostumbrado a aguantarme más de la cuenta, se rio y cruzó los brazos sabiendo que la conversación no iba a acabar ahí. Transcribo para mayor comodidad:

  • “Anda, anda, eso no me lo creo yo, tú tienes que saber dónde hay que meter la pasta”.
  • “¿Y por qué crees eso?”
  • “Hombre, porque te dedicas a eso, más que yo sabes, está claro”.
  • “Que sepa más que tú no significa que sepa lo que va a subir o no, ¿no crees?”.
  • “Bah, a mí no me engañas, está claro que lo sabes y no me lo quieres decir”. 
  • “Mira, ahí llevas algo de razón, si supiera dónde hay que invertir antes que a nadie se lo diría a mi madre”. 
  • “Bueno, eso también, pero venga, dime dónde meto mil eurillos para empezar”.
  • “Jajaja, Emilio, invierte donde tú quieras, yo te puedo ayudar a saber qué debe tener una buena entidad para hacerlo, que es en lo que realmente soy experta”. 
  • “Bueno, ya hablaremos, veo que no me lo quieres decir…”.

Anduvimos un rato más y en otra de las paradas, ocurrió algo similar: esta vez fue Rubén el que me empezó a contar.

  • “Oye, Elvira, ¿qué está pasando con las criptomonedas? Tengo a un amigo que ha invertido en ellas y está acojonado…”.
  • “Pues que se han pegado una leche tremenda. Pero vamos, si está acojonado con un 30% abajo, ¿para qué mete pasta?».
  • “Hombre, no sé… Eso es verdad, pero tú que eres la experta, ¿crees que van a subir?”.
  • “Jajaja, Rubén, no te lo vas a creer, pero me han llamado experta dos veces ya hoy y yo no soy experta en nada. Porque yo voy perdiendo exactamente igual que tu amigo”.
  • “¿También tenías dinero en las cripto?”.
  • “Claro, pero espero que tu amigo lo haga igual que yo, un dinero que me da igual, no me va a quitar de comer si pasa lo que con Luna”.
  • “Ah, sí, creo que es así, algo residual que no le importa mucho…”.
  • “Bueno, pues entonces puede estar tranquilo, en cualquier momento puede salir Elon Musk y que el gráfico de alguna de ellas se dé la vuelta”.
  • “Eso es verdad, a ver qué pasa…”.

Alucinante, ¿verdad? Tras ello se me vinieron varias preguntas a la cabeza:

  • ¿Por trabajar en algo ya se da por hecho que esa persona es una experta en ello? (Debería serlo, sí). No todo el que trabaja en Bolsa invierte, y alguno, te sorprendería, ver las ínfulas que se da pero luego no tiene para invitarte a un café. Hay gente vendiendo pisos que no vende una rosca, pero luego van a decirte que tu última compra ha sido un gran error.
  • ¿Todas las inversiones son para todo el mundo? No, evidentemente dependerá de las necesidades y objetivos de cada persona, no vale decirle a cada inversor lo mismo.
  • ¿Se considera a quien trabaja en Bolsa que tiene una bola de cristal y sabe dónde hay que invertir? El que invierte no acierta todo, no por nada, sino porque es imposible, pero claro, esto lo omiten.
  • ¿Si a alguien que es una mindundi como yo la llegan a considerar “experta”, a los que salen trajeados en la tele hablando de cómo ha subido/bajado el Ibex35 qué les consideran, dioses? Con estos hay que tener más cuidado aún, que son guays y no te van a contestar como yo a estos colegas.
woman in black suit holding crystal ball 2

Sea como fuere, la cosa es que hay que tener varias cosas muy claras

  1. El mercado no se puede controlar.
  2. Por mucho que alguien trabaje en Bolsa no puede tener una bola de cristal para predecir qué va a subir o qué va a bajar.
  3. Si tuviese un don para predecir, ten por cuenta que no te lo contaría a ti, familia y amigos irían primero, con alta probabilidad de que esa o esas personas ya se hubiesen ido a vivir al Caribe, por ejemplo (no estarían vendiendo cursos de 500€ porque sean hermanitas de la Caridad).
  4. Huye del que te diga que es el más experto, quiere venderte una moto y tú no tienes ni carnet. La leche puede ser monumental.
  5. Me dedico a las inversiones, sí, y soy una crack en lo mío, es decir, en ayudarte a saber elegir un buen broker para tus inversiones, en desgranarte cómo trabajan, si lo que ofrecen es trigo limpio o no; pero de Bruja Lola no tengo nada (más allá de bruja buena como te conté en este post). 

La ruina suele venir de la mano de un «experto».

Mi pueblo es genial, si tienes pueblo y te has ido a vivir fuera seguro que me entiendes, pero las fiestas allí molan el doble que en cualquier otro sitio: hoy quiero hablarte de San Isidro. San Isidro no solo se celebra en Madrid, en mi pueblo es una de las fiestas que más mola, este año ha durado desde viernes a lunes, y porque no había más días de fiesta, que si no… Yo llevaba más de seis años sin ir, no porque no quisiera, sino porque siempre coincidía con exámenes en la Universidad, con algún viaje en el trabajo, o porque caía entre semana y me era complicado conciliar con el trabajo. 

Este año sí que fui y qué bien me lo pasé, qué de recuerdos y con qué de gente me encontré que llevaba años sin ver. Para que os hagáis una idea de cómo es San Isidro en mi pueblo, os hago una breve explicación: gente de todas las edades monta las famosas «chozas» en el pinar, es decir, lonas atadas entre los pinos para formar el cuadrado en el que metes un remolque, algún que otro sofá, colchones incluso, con bebida y comida a tutiplén, y todo con la ropa más vieja que tengas, nada de boinas, claveles y chalecos como en Madrid. Mola, mola mucho.

Lo celebramos con tantas ganas porque en mi pueblo la mayor parte de las familias se dedican por completo al campo, por lo que San Isidro Labrador es su patrón. Otra de las cosas que no pueden faltar allí es el calimocho (admite variantes, pero suele darse la que más con esa mezcla de vino tinto con refresco y algún que otro puñado de azúcar) y justo con él empezó la historia que quiero contarte.

Con el vaso en la mano, las gafas de sol puestas y las zapatillas llenas de tierra, iba dando una vuelta con mis amigos para localizar las chozas donde estaban ubicados el resto de conocidos. Al llegar a una de ellas, se me acercó Emilio y me suelta: “Elvira, ¿dónde hay que invertir? Dímelo que tú lo sabes”. Mi cara te puedes imaginar la que fue, me reí y le dije: “Qué mala suerte, tío, justo me he dejado la bola de cristal en el taller”. Mi otro amigo, que está acostumbrado a aguantarme más de la cuenta, se rio y cruzó los brazos sabiendo que la conversación no iba a acabar ahí. Transcribo para mayor comodidad:

  • “Anda, anda, eso no me lo creo yo, tú tienes que saber dónde hay que meter la pasta”.
  • “¿Y por qué crees eso?”
  • “Hombre, porque te dedicas a eso, más que yo sabes, está claro”.
  • “Que sepa más que tú no significa que sepa lo que va a subir o no, ¿no crees?”.
  • “Bah, a mí no me engañas, está claro que lo sabes y no me lo quieres decir”. 
  • “Mira, ahí llevas algo de razón, si supiera dónde hay que invertir antes que a nadie se lo diría a mi madre”. 
  • “Bueno, eso también, pero venga, dime dónde meto mil eurillos para empezar”.
  • “Jajaja, Emilio, invierte donde tú quieras, yo te puedo ayudar a saber qué debe tener una buena entidad para hacerlo, que es en lo que realmente soy experta”. 
  • “Bueno, ya hablaremos, veo que no me lo quieres decir…”.

Anduvimos un rato más y en otra de las paradas, ocurrió algo similar: esta vez fue Rubén el que me empezó a contar.

  • “Oye, Elvira, ¿qué está pasando con las criptomonedas? Tengo a un amigo que ha invertido en ellas y está acojonado…”.
  • “Pues que se han pegado una leche tremenda. Pero vamos, si está acojonado con un 30% abajo, ¿para qué mete pasta?».
  • “Hombre, no sé… Eso es verdad, pero tú que eres la experta, ¿crees que van a subir?”.
  • “Jajaja, Rubén, no te lo vas a creer, pero me han llamado experta dos veces ya hoy y yo no soy experta en nada. Porque yo voy perdiendo exactamente igual que tu amigo”.
  • “¿También tenías dinero en las cripto?”.
  • “Claro, pero espero que tu amigo lo haga igual que yo, un dinero que me da igual, no me va a quitar de comer si pasa lo que con Luna”.
  • “Ah, sí, creo que es así, algo residual que no le importa mucho…”.
  • “Bueno, pues entonces puede estar tranquilo, en cualquier momento puede salir Elon Musk y que el gráfico de alguna de ellas se dé la vuelta”.
  • “Eso es verdad, a ver qué pasa…”.

Alucinante, ¿verdad? Tras ello se me vinieron varias preguntas a la cabeza:

  • ¿Por trabajar en algo ya se da por hecho que esa persona es una experta en ello? (Debería serlo, sí). No todo el que trabaja en Bolsa invierte, y alguno, te sorprendería, ver las ínfulas que se da pero luego no tiene para invitarte a un café. Hay gente vendiendo pisos que no vende una rosca, pero luego van a decirte que tu última compra ha sido un gran error.
  • ¿Todas las inversiones son para todo el mundo? No, evidentemente dependerá de las necesidades y objetivos de cada persona, no vale decirle a cada inversor lo mismo.
  • ¿Se considera a quien trabaja en Bolsa que tiene una bola de cristal y sabe dónde hay que invertir? El que invierte no acierta todo, no por nada, sino porque es imposible, pero claro, esto lo omiten.
  • ¿Si a alguien que es una mindundi como yo la llegan a considerar “experta”, a los que salen trajeados en la tele hablando de cómo ha subido/bajado el Ibex35 qué les consideran, dioses? Con estos hay que tener más cuidado aún, que son guays y no te van a contestar como yo a estos colegas.
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Sea como fuere, la cosa es que hay que tener varias cosas muy claras

  1. El mercado no se puede controlar.
  2. Por mucho que alguien trabaje en Bolsa no puede tener una bola de cristal para predecir qué va a subir o qué va a bajar.
  3. Si tuviese un don para predecir, ten por cuenta que no te lo contaría a ti, familia y amigos irían primero, con alta probabilidad de que esa o esas personas ya se hubiesen ido a vivir al Caribe, por ejemplo (no estarían vendiendo cursos de 500€ porque sean hermanitas de la Caridad).
  4. Huye del que te diga que es el más experto, quiere venderte una moto y tú no tienes ni carnet. La leche puede ser monumental.
  5. Me dedico a las inversiones, sí, y soy una crack en lo mío, es decir, en ayudarte a saber elegir un buen broker para tus inversiones, en desgranarte cómo trabajan, si lo que ofrecen es trigo limpio o no; pero de Bruja Lola no tengo nada (más allá de bruja buena como te conté en este post). 

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