¿Por qué nos comportamos así ante una pandemia?

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Viñeta de Quino

 

Decía Kant que “la inteligencia del individuo se mide por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar”, por lo que podríamos pensar que en estos días, somos tremendamente inteligentes. ¿Cuánta incertidumbre subyace detrás de una pandemia como a la que nos enfrentamos? ¿Y, detrás de la cantidad de grados que vaya a aumentar la temperatura global debido al cambio climático? Las decisiones que hemos tomado hasta ahora en estas situaciones creo que pecan de todo menos de inteligentes, al fin y al cabo, la toma de decisiones humanas no puede verse como algo racional, en contra de lo que los neoclásicos aseveran. 

Es sencillo, para disminuir el daño de amenazas como las descritas, se trata de cumplir las normas de higiene, quedarse en casa o limitar el uso de energía y reciclado. ¿Por qué se vuelven entonces en situaciones tan complicadas? Precisamente por eso, porque no somos racionales en la toma de decisiones, siempre tenemos un entorno de incertidumbre y somos malos en esas tomas de decisiones porque estamos profundamente sesgados. 

Steve Taylor, en “The Psychology of Pandemics” ejemplifica esto diferenciando entre cuando compramos para prepararnos para un desastre y cuando compramos presos del pánico. Es muy sencillo, cuando compramos víveres por un desastre climático, por ejemplo, sabemos muy bien qué cosas necesitamos; sin embargo, ante esta pandemia, ¿quién se para a pensar racionalmente lo que necesita? No sucede porque desconocemos la magnitud del problema o los riesgos que realmente puede acarrear. La pregunta sería si, por tanto, podemos dejar a la elección individual la lucha contra una pandemia, para lo cual sería necesario un alto grado de racionalidad y compromiso individual

No hace falta recurrir a Hobbes para entrar en esta consideración, la teoría de la Economía del Comportamiento y, sobre todo, autores como Richard Thaler o Daniel Kahneman nos lo explican mejor: estamos condicionados por sesgos cognitivos que tienen presencia en los seres humanos y que, durante situaciones como esta, se aprecian aún mejor. Vamos a quedarnos aquí con tres de ellos: ilusión de control, mentalidad de rebaño y aversión a la pérdida.

En primer lugar, la ilusión de control, esa creencia, errónea, que tienen los seres humanos al creer que controlan eventos en los que, realmente, no tienen ningún tipo de influencia. Y si no, ¿cómo explicamos las compras masivas que se han sucedido en los supermercados estos días? Las compras causadas por el pánico y el nerviosismo hacen creer a la gente que tiene el control de la situación. Nada más lejos de la realidad. ¿Por qué actuamos así cuando nos han dicho por activa y por pasiva que no vamos a sufrir desabastecimiento alguno? ¿No es más sencillo comprar solo lo que tú y tu familia necesitan? Al final, como rezan algunos usuarios de Twitter, vamos a acabar peor por la cantidad de azúcar y calorías de todo el arsenal que hemos comprado estos días que por los problemas causados por el CO-VID19. 

El segundo de ellos es la mentalidad de rebaño, o más conocido en Economía del Comportamiento como “presión social”. No necesita mucha explicación, sabemos que tendemos a seguir el comportamiento de la mayoría. ¿Qué salen los supermercados con largas colas? Cogemos corriendo el coche y vamos. ¿Por qué? Porque estamos enormemente afectados por la influencia social, si lo hace mi vecino, lo hago yo también. 

Por último, uno de los sesgos sobre el que más se ha escrito: la aversión a la pérdida. Viene a reconocer que los seres humanos sienten el doble de dolor cuando pierden algo que cuando lo ganan. Puede ser esta la explicación a las compras masivas de papel higiénico, un cómputo de los tres sesgos en uno: siento que controlo más la situación con una compra masiva de algo innecesario (ilusión de control), porque veo que todo el mundo empieza a hacerlo (mentalidad de rebaño) y, será mejor pensar que tengo cantidades industriales de papel higiénico en casa antes que pensar que he tenido la oportunidad de comprarlo y no lo he hecho (aversión a la pérdida).

En resumen, un sesgo cognitivo no es sino una interpretación inexacta en el proceso mental de los seres humanos, un hecho que muestra la irracionalidad con la que estos toman decisiones en su día a día. Lo cual, nos lleva necesariamente a la irrupción del Estado como actor principal para si no cortar, al menos menguar el efecto de esos sesgos. Pero, ¿el Estado por quién está compuesto? Por seres humanos, ¿deberíamos pensar que son ellos inmunes a los sesgos y anomalías cognitivas que subyacen en todos los individuos? En los próximos días, hablaré más concretamente de cómo se comportan los que toman las decisiones, ¿están los gobiernos libres de estos sesgos?

La incertidumbre en estos momentos es máxima, nuestra inteligencia quizás, no tanto.

 

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Viñeta de Quino

 

Decía Kant que “la inteligencia del individuo se mide por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar”, por lo que podríamos pensar que en estos días, somos tremendamente inteligentes. ¿Cuánta incertidumbre subyace detrás de una pandemia como a la que nos enfrentamos? ¿Y, detrás de la cantidad de grados que vaya a aumentar la temperatura global debido al cambio climático? Las decisiones que hemos tomado hasta ahora en estas situaciones creo que pecan de todo menos de inteligentes, al fin y al cabo, la toma de decisiones humanas no puede verse como algo racional, en contra de lo que los neoclásicos aseveran. 

Es sencillo, para disminuir el daño de amenazas como las descritas, se trata de cumplir las normas de higiene, quedarse en casa o limitar el uso de energía y reciclado. ¿Por qué se vuelven entonces en situaciones tan complicadas? Precisamente por eso, porque no somos racionales en la toma de decisiones, siempre tenemos un entorno de incertidumbre y somos malos en esas tomas de decisiones porque estamos profundamente sesgados. 

Steve Taylor, en “The Psychology of Pandemics” ejemplifica esto diferenciando entre cuando compramos para prepararnos para un desastre y cuando compramos presos del pánico. Es muy sencillo, cuando compramos víveres por un desastre climático, por ejemplo, sabemos muy bien qué cosas necesitamos; sin embargo, ante esta pandemia, ¿quién se para a pensar racionalmente lo que necesita? No sucede porque desconocemos la magnitud del problema o los riesgos que realmente puede acarrear. La pregunta sería si, por tanto, podemos dejar a la elección individual la lucha contra una pandemia, para lo cual sería necesario un alto grado de racionalidad y compromiso individual

No hace falta recurrir a Hobbes para entrar en esta consideración, la teoría de la Economía del Comportamiento y, sobre todo, autores como Richard Thaler o Daniel Kahneman nos lo explican mejor: estamos condicionados por sesgos cognitivos que tienen presencia en los seres humanos y que, durante situaciones como esta, se aprecian aún mejor. Vamos a quedarnos aquí con tres de ellos: ilusión de control, mentalidad de rebaño y aversión a la pérdida.

En primer lugar, la ilusión de control, esa creencia, errónea, que tienen los seres humanos al creer que controlan eventos en los que, realmente, no tienen ningún tipo de influencia. Y si no, ¿cómo explicamos las compras masivas que se han sucedido en los supermercados estos días? Las compras causadas por el pánico y el nerviosismo hacen creer a la gente que tiene el control de la situación. Nada más lejos de la realidad. ¿Por qué actuamos así cuando nos han dicho por activa y por pasiva que no vamos a sufrir desabastecimiento alguno? ¿No es más sencillo comprar solo lo que tú y tu familia necesitan? Al final, como rezan algunos usuarios de Twitter, vamos a acabar peor por la cantidad de azúcar y calorías de todo el arsenal que hemos comprado estos días que por los problemas causados por el CO-VID19. 

El segundo de ellos es la mentalidad de rebaño, o más conocido en Economía del Comportamiento como “presión social”. No necesita mucha explicación, sabemos que tendemos a seguir el comportamiento de la mayoría. ¿Qué salen los supermercados con largas colas? Cogemos corriendo el coche y vamos. ¿Por qué? Porque estamos enormemente afectados por la influencia social, si lo hace mi vecino, lo hago yo también. 

Por último, uno de los sesgos sobre el que más se ha escrito: la aversión a la pérdida. Viene a reconocer que los seres humanos sienten el doble de dolor cuando pierden algo que cuando lo ganan. Puede ser esta la explicación a las compras masivas de papel higiénico, un cómputo de los tres sesgos en uno: siento que controlo más la situación con una compra masiva de algo innecesario (ilusión de control), porque veo que todo el mundo empieza a hacerlo (mentalidad de rebaño) y, será mejor pensar que tengo cantidades industriales de papel higiénico en casa antes que pensar que he tenido la oportunidad de comprarlo y no lo he hecho (aversión a la pérdida).

En resumen, un sesgo cognitivo no es sino una interpretación inexacta en el proceso mental de los seres humanos, un hecho que muestra la irracionalidad con la que estos toman decisiones en su día a día. Lo cual, nos lleva necesariamente a la irrupción del Estado como actor principal para si no cortar, al menos menguar el efecto de esos sesgos. Pero, ¿el Estado por quién está compuesto? Por seres humanos, ¿deberíamos pensar que son ellos inmunes a los sesgos y anomalías cognitivas que subyacen en todos los individuos? En los próximos días, hablaré más concretamente de cómo se comportan los que toman las decisiones, ¿están los gobiernos libres de estos sesgos?

La incertidumbre en estos momentos es máxima, nuestra inteligencia quizás, no tanto.

 

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